Un premio que llega a tiempo

Hora de celebrar.

El domingo 21 de julio salió el Fallo del Jurado del III Premio Las Nueve Musas de Relato Breve, de España, organizado por la revista digital y editorial Las Nueve Musas. Mi relato «Centro Cultural, buenas tardes» se llevó el primer premio:

Reunido el Jurado del III PREMIO LAS NUEVE MUSAS DE RELATO BREVE, integrado por Carmen Panadero Delgado, Adriana Greco y Flavio Crescenzi, actuando como secretario José Rico, acuerda conceder los siguientes premios tal y como consta en las bases del concurso:

PRIMER PREMIO

Centro Cultural, buenas tardes de Raúl  Astorga (Argentina)

SEGUNDO PREMIO

No hay finales felices de Patricia Pari Zanetti (España)

TERCER PREMIO

Cartas que lo cambian todo de María Ángeles Lonardi (España)

FINALISTAS

Días de multimedios de Juan Pablo Goñi Capurro (Argentina)

Ceremonia interrumpida de Ornar Martínez González (Cuba)

Viajeros de ida y vuelta de Manuela Vicente Fernández (España)

Sinceridad de Ricardo Plank (Argentina)

Las amigas de Ada Inés Lerner (Argentina)

 

A modo de celebración, un brevísimo fragmento de mi relato, que aparecerá en la Antología hacia octubre de este año:

Nico dio una vuelta de llave y se fue hacia los baños y la cocina. Una vez frente a las hornallas de la cocina, encendió el fuego y puso la pava con un cuarto de su capacidad con agua. Buscó su taza con una estampa de un eclipse lunar, colocó el saquito de mate cocido, un par de gotas de edulcorante y esperó el primer hervor. Volcó el agua en la taza y mientras se hacía la infusión fue al baño a orinar. Se lavó las manos, volvió a la cocina y se llevó la taza, ya sin el saquito sumergido en el agua, hacia la recepción, donde tenía un paquete de galletitas crackers para consumir.

Mientras acomodaba un sector del mostrador para disfrutar de la merienda, percibió que en la puerta había alguien que no se atrevía a entrar. Estaba mojando una cracker en el mate cocido cuando se iluminó la entrada como si un seguidor, un supertrouper, apuntara con intenso rayo de sol a una estrella del espectáculo en el escenario. Era don Anselmo, un socio del centro cultural, haciendo su entrada triunfal, de riguroso traje negro y zapatos recién lustrados y, pequeño detalle destacado por su brillo, dos dorados gemelos en las mangas de sus camisas. Nico, en un gesto disimulado por apurar su merienda, sopló sobre la taza y probó un sorbo del mate cocido. No le gustaba merendar delante del público, tenía una cajonera para mantener la taza y las galletitas sin que vieran desde afuera. No lo tenía prohibido, simplemente le parecía de mal gusto. Allí guardó su mate cocido y las crackers.

—¿Cómo le va, don Anselmo? ¿Qué lo trae por aquí tan temprano? Y tan elegante, ¿tiene un casamiento?

—No, no. Dentro de dos horas tengo una muestra de tango en el Fontanarrosa, pero estaba en casa tan ansioso que me dije: paso a visitar al amigo Nico por el cultural, y acá me tenés, pibe.

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