Aquella compañera

Rosario no es un paraíso, tal vez cada uno pueda tener una parcela de paraíso que no necesariamente sea un lugar físico, como también cada uno puede llegar a tener su propio infierno. Somos testigos de una época de vertiginosos cambios, tecnológicos, culturales que, a veces, no dan tiempo a procesar los sueños, y mucho menos a concretarlos. Tomar un café con un amigo y hablar de sueños literarios puede ser un pequeño paraíso en estos tiempos turbulentos donde la droga, el crimen y el desencuentro humano son moneda corriente. De ahí mi encuentro con Raiter en el Café Cortázar.

Entré buscando con la vista, como siempre, la mesa donde nos sentamos habitualmente excepto que esté ocupada de antemano, y allí estaba Raiter. Pasé cerca de Camila y le susurré que me alcanzara un cortado cuando pudiera. Le extendí la mano a Raiter sin dejar de mirar el aparato que lo acompañaba. ¿Qué te parece? Me dice Raiter, y agrega de inmediato: una multibanda. Le pregunté si todavía funciona y me dijo que sí. La encontré en el placard de mi vieja, el otro día, cuando tuve que hacerle una reparación porque la puerta no cerraba bien. Raiter tiene casi mi edad y es de los que creen que los adolescentes de hoy se perdieron una época de oro en la música, el cine, la literatura. ¿Te acordás en el ’82 cuando nos reuníamos en casa a escuchar la BBC de Londres para cotejar informaciones durante la guerra de las Malvinas? Es ésta la radio. Cómo no me voy a acordar, le dije, si nos poníamos como locos moviendo la antena cuando se iba la señal. Y, además, a partir de allí surgió un hábito.

Llegó Camila con el cortado, me miró a los ojos y me dijo: aquí tenés azúcar o edulcorante, sigo leyendo tu blog. Gracias, le dije, creyendo que se entendía que era por ambas cosas: el azúcar y la lectura. Mientras revolvía el contenido del pocillo, le dije a Raiter que por aquella época, a mi hermana le habían regalado un radiograbador Hitachi que emitía un sonido bárbaro, limpio y potente, y que no fueron pocas las veces que se lo pedí para recorrer las emisoras de onda corta. Así me hice escucha de Radio Moscú, imaginate para esa época, de Radio Netherlands, de La voz de las Américas, y otras que emitían en castellano y que me permitían, sin moverme de casa, viajar por todo el mundo. Pero hay más, los domingos, cuando volvía de ver a Central, a las siete de la tarde, me encontraba con uno de mis programas preferidos, que emitía Radio Exterior de España: La semana musical. Ese programa, donde una voz que con el tiempo se me hizo familiar, me permitió conocer algunas bandas que acá no se oían casi nada, como Mecano, Olé olé, que tenía como líder a Gustavo Montesano y a Marta Sánchez como vocalista, a Miguel Ríos, el padre del rock español y otros que, en algunos casos, terminaron cruzando el océano años después. Esa voz que te comento, Raiter, pertenecía al periodista musical Pepe Machado, que fue el primero en leerme una carta en una radio del extranjero, imaginate el asombro mío de esa época. Con el correr de los años, todo se diluyó hasta convertirse en lo que hoy es internet, el acceso fácil a radios del exterior. Y muchas veces, me he preguntado qué habrá sido de ese tal Pepe Machado, con su bagaje de música y respeto por los oyentes.

Raiter me miró con la cucharita en la mano, y agregó señalando la multibanda: ésta todavía funciona, en una de ésas… Le dije: no te imaginás, algunas veces, cuando comencé a empaparme con esto de internet, puse su nombre en google, pero no obtuve resultados, y hace unos dos años dejé de hacerlo. Raiter insistió: pero mirá que es cuestión de ponerse a escuchar varias semanas o meses… Le agregué: Raiter, esta semana, después de una consulta por e-mail de Ariel S. acerca de Marta Sánchez, puse en google: pepe machado, así con minúsculas, y encontré un foro donde opinaba de música, detalle que me llamó la atención, y junto al nombre un botón que llevaba a una dirección electrónica que mencionaba una revista, entonces, googlée la revista y ví la foto de su director, y me pareció que el rostro daba, aún pasados los años, y me metí en contacto y le envié un e-mail, preguntando y haciendo mención de aquel programa, y al instante me arrepentí, porque pensé que era como arrojar una botella al mar inútilmente. Y, entonces… Hice una pausa para sorber un poco de café. Raiter abrió los ojos con enorme expectativa y me apuró para que terminara de contarle. Me reí y rápidamente le tiré: me contestó, era él: el propio Pepe Machado. Y sigue haciendo periodismo con la misma pasión de siempre. Raiter acarició la multibanda como pidiéndole perdón y me dijo: esta internet da para todo, che. ¿Y ahora? Tal vez lo entrevistemos en nuestro programa “Quién levanta el muerto”, Pepe es un tipo con enorme experiencia en radio, ha conocido a muchos músicos y va a ser interesante, siempre y cuando él y la diferencia horaria lo permitan.

Raiter y yo miramos con un dejo de ternura la multibanda que estaba ahora en la silla de al lado como una parroquiana más. Y nos pusimos a enumerar, como dos viejos jóvenes, los hechos grandiosos y desgraciados que habíamos conocido por radio: las voces, los cuentos, las músicas y toda la vida que pasa. De día, de noche, y en cualquier lugar, en la salud y en la enfermedad, podremos contar con aquella compañera de siempre.

(Texto publicado en mi blog «Vivo en Rosario», en el año 2009. Hoy lo publico nuevamente en homenaje a aquella REE, que en estos días acaba de cesar sus emisiones en onda corta, aunque prosigue por internet)

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